Sobre las alas de la libertad
Mi nombre es Marina. No os digo mi apellido, ni la edad. Os basta saber que vengo de un país que ya no existe, un país muerto y sepultado en los años 90.
Cuando vine a vivir en su país era poco más que un niña. Una niña asustada y sola que había perdido todo en un abrir y cerrar de ojos: su familia, su casa, su tierra natal, su infancia, sus sueños. Yo no hablaba una sola palabra de su idioma. Tartamudeaba todavía de emoción y temor que no me abandonaba ni siquiera por la noche. Para expresarme utilizaba las pocas palabras de mi lengua materna que habían permanecido en mi interior.
Si hoy estoy aquí, es para hablar con ustedes y no de mí sino de los verdaderos protagonistas de esta historia, y si van a tener un poco de paciencia se los haré conocer, se lo debo a dos personas especiales. Dos verdaderos ángeles que me tomaron de la mano con suavidad y amor, abriéndome la puerta de su casa, que con el tiempo se ha convertido en mi hogar en todos los aspectos. Son ellos los que me han hecho crecer y estudiar, convertirme en la mujer que soy hoy. Una mujer fuerte, con la cabeza sobre los hombros y un presente colorado, lleno de alegría y felicidad que un día he compartido con el hombre que amo y el nuestro bebé. De ese pasado oscuro, que me había privado de mis orígenes, no se quedó ni rastro. Nací por la segunda vez el día que vio mi camino cruzarse con él de mis salvadores: Pietro y Serena. Mis padres adoptivos.
El pasado lo puedes eliminar, al menos la parte más negativa, de tu memoria. Puedes olvidarte de las bombas, de los aviones y los gritos. De los cuerpos privados de vida de las personas asesinadas que te han traído al mundo. Sin embargo, tarde o temprano, como un flashback repente, los recuerdos dolorosos salen a la luz. Recuerdas todo o casi todo. Entonces decides de dejar de ignorar el latido de tu corazón que parece te esté diciendo que llegó el momento para parar un poco y recoger los pedazos de esa vida repentinamente destrozada. Te pones de vuelta en juego gracias a dos ojos brillantes que te miran con franqueza extrema y seriedad durante un largo momento que parece una eternidad. Sobretodo gracias a una pregunta que te hace sentir mal, pero hay que responder con la misma sinceridad.
“Maestra, que es un refugiado de la guerra?”
Te sientes desconcertada. Te tiemblan las piernas y la voz mientras tratas de explicar a un niño de apenas siete años una cosa que a una cierta edad tu misma querías saber. Tratas de recordar las palabras exactas que Serena te había dicho a la época. No tenías siete años. Eras mucho más grande que tu estudiante pero tenías el mismo brillo de sus ojos. Su misma tristeza en la voz. Eras idéntica a Marco, tu estudiante especial, el verdadero protagonista de ésta historia. Uno de los verdaderos protagonistas de ésta historia.
Marco es un niño extraordinario, tal vez un poco demasiado vivo pero siempre sonriente. Es un chico inteligente y muy perspicaz para su joven edad. A pesar de sus siete años, ya ha descubierto cómo la vida puede ser dura y triste. Tenía sólo cuatro años cuando de repente su mundo dorado se ha venido abajo. Un día su padre adorado, siempre fuera de casa para darle a él y a todos los niños del mundo la posibilidad de vivir en paz, no regresó de una de sus misiones en Afganistán. Un día que Marco no ha olvidado nunca, su madre lo había abrazado y con los ojos húmedos por las lágrimas le anunció la triste noticia. Para un niño de su edad era un dolor inmenso, como una bofetada inesperada dada a un hijo desobediente por un padre demasiado rígido y severo. Desde entonces han pasado más de dos años, un largo periodo en cual Marco tuvo que crecer rápidamente.
Marco es un hombrecito que se parece increíblemente a ése padre fallecido demasiado pronto, por la manera de hacer, amable y gentil, y sobretodo porque tiene la misma inmensa sensibilidad con la cual siempre se enfrenta a la vida. Un niño dulce y fuerte, querido por todos, de la familia y compañeros de clase a las ancianas del pueblo que cuando lo encuentran en la calle sonríen en exclamar al unísono: “¡Que niño agradable y educado. Un chico de oro!” Él les devuelve la sonrisa preguntándose si con ése “oro” se refieren al color de su pelo, que al sol brilla como el más precioso de los metales o tal vez tiene un significado sobreentendido que sinceramente al Marco se escapa.
Si Marco creció así como es, se lo debe a su madre Anna, una mujer robusta con los ojos azules y el pelo claro de la cual no sólo ha heredado los rasgos de la cara y la sonrisa iluminadora sino también el carácter abierto, por el cual es muy apreciado. Y se lo debe también a Mirco, su abuelo. Desde que el padre de Marco se ha ido, ése abuelo bueno y amable dejó a un lado su propio dolor por estar cerca a su nieto que sufría peor que un animal herido. Se acercó a él con la sabiduría y la dulzura típicas de las personas ancianas, usando todos los medios posibles para llenar el vacío que había dejado su amado hijo. No fue fácil. El dolor punzante oscurecía la mente de ambos, abuelo y nieto, que en lugar de esconderse detrás del sufrimiento han unido sus fuerzas para superar las graves pérdidas sufridas. Mirco era la persona adecuada para ayudar al nieto inquieto que había conocido desde una edad temprana la mayor tragedia en la vida de un hombre.
Cuando escribe los temas en clase, que tienen la familia como objeto, Marco habla siempre de su abuelo Mirco, conocido en el pueblo especialmente por sus habilidades de pescador y un gran corazón dispuesto a ayudar a cualquier persona con problemas. Leyendo entre líneas, se ve que hay una relación muy fuerte entre los dos. Anna, la madre, en lugar de ser feliz se queja a menudo, guiada por el miedo inexplicable que ése abuelo bueno pueda dañar la salud mental de su nieto. El hecho que Mirco habla con la franqueza inusual a Marco, en especial sobre temas de actualidad, molesta mucho la nuera, que busca en mí, la modesta maestra del pueblo, una aliada.
Cuando Marco me preguntó por el significado de la palabra "refugiado", sin saber ha tocado un punto muy dolorido. Décadas antes yo también era considerada una de ellos, una refugiada, además huérfana. He olvidado algunas cosas, he tratado de enterrar las imágenes dolorosas. No tengo que los recuerdos fragmentados de viaje en el camión militar. Ni siquiera recuerdo las manos que me han liberado entre escombros en el momento adecuado. No recuerdo la cara de Pietro, el hombre que me trajo de vuelta a la vida. pero recuerdo muy bien la sensación de incomodidad que sentía cada vez que alguien pronunciaba ésa palabra. A pesar de recordar muy poco o nada de esos años es una palabra que me define, lo que fui al llegar a Italia, rescatada por un hombre amable y gentil que había arriesgado todo, su vida sobre todo, para darme una esperanza. Un futuro.
Marco me mira con sus ojos grandes color cielo durante la tempestad y no dice nada. Ha expresado su pregunta y se espera una respuesta honesta. La suya es una mirada casi de desafío que parece decirme: yo sabía, no lo sabes. Tengo la sensación de que ésta vez Mirco me hizo caer en una trampa bien diseñada. Anna tiene razón, llena la cabeza del nieto con las cosas que un ser tan pequeño no debería ni siquiera conocer. Después de un breve suspiro, una táctica para ganar un poco de tiempo, lo tomo de la mano y vamos a sentarnos en la pared de la escuela. Somos a la recreación. Otros niños prefieren jugar pero Marco es diferente de todos. Marco tiene una suya visión de ser niño. Yo diría, casi, que es un adulto atrapado en el cuerpo de un niño de siete años. Hoy quiere hablar de las cosas serias y yo sé porque.
No es la primera vez. La nuestra Sicilia ha sido en los últimos años el escenario de tantas tragedias en mar. Estos días aquí en la isla, no hablan de otra cosa que no sea el último buque hundido. Muchas personas han muerto. Ya no se cuentan más las víctimas desde el principio de éste año. La triste historia siempre se repite y el hombre no hace nada para evitar que eso suceda. Huyen para salvar su pellejo. Buscan la paz que han perdido y un futuro mejor para ellos mismos y para sus hijos. Algunos lamentablemente no logran llegar vivos a la isla. Otros, refugiados de guerra, encuentran una esperanza, un futuro en el nuestro país.
"Tesoro, la palabra refugiado describe una persona que ha tenido que abandonar su hogar y buscar refugio aquí porque en su país hay una guerra.”
Marco me mira y asiente con la cabeza con seriedad. Espere unos segundos antes de que logra sorprenderme de nuevo con sus palabras.
"Zaira, entonces, es una refugiada de guerra. Gracias maestra Marina! “
No sé quién es ésta Zaira y trato de mantener a raya mi curiosidad. Veo el destello de luz en los ojos de Marco. Un destello de emoción de los que tienen un secreto que no pueden esperar de compartir con los demás.
"El abuelo ésta noche ha sido muy valiente. Ha dejado libres los peces capturados y se ha prodigado, como siempre, para ayudar a los demás.”
Siento una oleada de orgullo en su voz. Sonrío con deleite. Marco venera Mirco con la misma pasión con la cual venero a Pietro, mi padre. Acaricio su cabello para darle coraje de contarme todo.
"Él salvó del mar en tormenta Zaira y su madre embarazada. Su padre murió por desgracia durante la travesía. Es una huérfana como yo! “
Hago un movimiento de cabeza en el signo de sí, tratando de desatar el nudo en la garganta. Mi madre estaba embarazada cuando fue asesinada. Mi verdadera madre, de nombre y de hecho. Se llamaba así. Vera. ¿Quién sabe por qué me lo recuerdo sólo ahora? Ya lo dije, pero es la segunda vez que Marco lo hace, que toca una llaga muy dolorida de mi vida.
Me salva el sonido de la campana. Se acabó la recreación. Volvamos a la clase, pero antes de entrar en el aula Marco me abraza con vivacidad y dice con complicidad que ésta noche me espera en el puerto, a las 7. "Para hacerte conocer Zaira", añade casi en un susurro que me pregunto si realmente lo hizo o me me lo había soñado.
No puedo ocultar mi curiosidad, ni tampoco mi impaciencia. Cuento las horas como si tuviera que ir a una cita con mi marido, y en su lugar sólo tengo que encontrar uno de mis alumnos, y su nueva amiga. Una amiga especial, por lo que he intuido a partir de las pocas y más bien misteriosas palabras de Marco.
Llegada al puerto a tiempo, no hay está él a esperarme. En su lugar, está el héroe de la jornada, el vivaz y siempre disponible para otros Mirco. Setenta años de la historia pescadora de la isla en un metro ochenta y 95 kilos. Debe haber sido un hombre apuesto de joven. Me besa la mano y hace una pequeña reverencia. No sólo es bello y bueno, también es galante.
"Maestra — caminamos de bracete — la llevo en un lugar secreto. Pero no lo debe decir a nadie. Está bien?”
Asiento con la cabeza en silencio. Un secreto no necesita palabras.
"Los chicos se han refugiado en la cueva de la libertad.”
Nunca he oído hablar de tal lugar. No sé si realmente existe. Sólo tengo la sensación de que es un lugar muy especial. Especial como son ellos dos, Mirco y su nieto, Marco.
A la llegada, después de haber caminado un rato, veo en la playa una tienda de campaña verde militar. En frente de nosotros hay una hoguera. A lo lejos veo un niño rubio, bronceado, estamos todavía en verano y una niña de color, el pelo negro largo y rizado, persiguiéndose. Sonríen. Cantan. Ni siquiera conozco la canción, ni sé de que habla el texto. Pero reconozco la felicidad que irradia. La alegría que emana.
Sólo más tarde Mirco me dirá que se llama "El canto a la libertad."
La misma libertad que encontré yo un día en esta isla. La misma libertad que han encontrado hoy Zaira y su madre.
Corro y alcanzo a los niños. Me sumo al baile con mis pasos inciertos de la niña de entonces, la mujer de hoy. Vamos a celebrar la vida juntos. La nuestra libertad.
©2016 Emina Ristovic
Éste cuento es parte de una antología en lengua italiana AA.VV. Premio Prato città aperta 2016; Poesie e racconti, collana Viansca Poesia e narrativa, Marco Del Bucchia editore.
Cuando vine a vivir en su país era poco más que un niña. Una niña asustada y sola que había perdido todo en un abrir y cerrar de ojos: su familia, su casa, su tierra natal, su infancia, sus sueños. Yo no hablaba una sola palabra de su idioma. Tartamudeaba todavía de emoción y temor que no me abandonaba ni siquiera por la noche. Para expresarme utilizaba las pocas palabras de mi lengua materna que habían permanecido en mi interior.
Si hoy estoy aquí, es para hablar con ustedes y no de mí sino de los verdaderos protagonistas de esta historia, y si van a tener un poco de paciencia se los haré conocer, se lo debo a dos personas especiales. Dos verdaderos ángeles que me tomaron de la mano con suavidad y amor, abriéndome la puerta de su casa, que con el tiempo se ha convertido en mi hogar en todos los aspectos. Son ellos los que me han hecho crecer y estudiar, convertirme en la mujer que soy hoy. Una mujer fuerte, con la cabeza sobre los hombros y un presente colorado, lleno de alegría y felicidad que un día he compartido con el hombre que amo y el nuestro bebé. De ese pasado oscuro, que me había privado de mis orígenes, no se quedó ni rastro. Nací por la segunda vez el día que vio mi camino cruzarse con él de mis salvadores: Pietro y Serena. Mis padres adoptivos.
El pasado lo puedes eliminar, al menos la parte más negativa, de tu memoria. Puedes olvidarte de las bombas, de los aviones y los gritos. De los cuerpos privados de vida de las personas asesinadas que te han traído al mundo. Sin embargo, tarde o temprano, como un flashback repente, los recuerdos dolorosos salen a la luz. Recuerdas todo o casi todo. Entonces decides de dejar de ignorar el latido de tu corazón que parece te esté diciendo que llegó el momento para parar un poco y recoger los pedazos de esa vida repentinamente destrozada. Te pones de vuelta en juego gracias a dos ojos brillantes que te miran con franqueza extrema y seriedad durante un largo momento que parece una eternidad. Sobretodo gracias a una pregunta que te hace sentir mal, pero hay que responder con la misma sinceridad.
“Maestra, que es un refugiado de la guerra?”
Te sientes desconcertada. Te tiemblan las piernas y la voz mientras tratas de explicar a un niño de apenas siete años una cosa que a una cierta edad tu misma querías saber. Tratas de recordar las palabras exactas que Serena te había dicho a la época. No tenías siete años. Eras mucho más grande que tu estudiante pero tenías el mismo brillo de sus ojos. Su misma tristeza en la voz. Eras idéntica a Marco, tu estudiante especial, el verdadero protagonista de ésta historia. Uno de los verdaderos protagonistas de ésta historia.
Marco es un niño extraordinario, tal vez un poco demasiado vivo pero siempre sonriente. Es un chico inteligente y muy perspicaz para su joven edad. A pesar de sus siete años, ya ha descubierto cómo la vida puede ser dura y triste. Tenía sólo cuatro años cuando de repente su mundo dorado se ha venido abajo. Un día su padre adorado, siempre fuera de casa para darle a él y a todos los niños del mundo la posibilidad de vivir en paz, no regresó de una de sus misiones en Afganistán. Un día que Marco no ha olvidado nunca, su madre lo había abrazado y con los ojos húmedos por las lágrimas le anunció la triste noticia. Para un niño de su edad era un dolor inmenso, como una bofetada inesperada dada a un hijo desobediente por un padre demasiado rígido y severo. Desde entonces han pasado más de dos años, un largo periodo en cual Marco tuvo que crecer rápidamente.
Marco es un hombrecito que se parece increíblemente a ése padre fallecido demasiado pronto, por la manera de hacer, amable y gentil, y sobretodo porque tiene la misma inmensa sensibilidad con la cual siempre se enfrenta a la vida. Un niño dulce y fuerte, querido por todos, de la familia y compañeros de clase a las ancianas del pueblo que cuando lo encuentran en la calle sonríen en exclamar al unísono: “¡Que niño agradable y educado. Un chico de oro!” Él les devuelve la sonrisa preguntándose si con ése “oro” se refieren al color de su pelo, que al sol brilla como el más precioso de los metales o tal vez tiene un significado sobreentendido que sinceramente al Marco se escapa.
Si Marco creció así como es, se lo debe a su madre Anna, una mujer robusta con los ojos azules y el pelo claro de la cual no sólo ha heredado los rasgos de la cara y la sonrisa iluminadora sino también el carácter abierto, por el cual es muy apreciado. Y se lo debe también a Mirco, su abuelo. Desde que el padre de Marco se ha ido, ése abuelo bueno y amable dejó a un lado su propio dolor por estar cerca a su nieto que sufría peor que un animal herido. Se acercó a él con la sabiduría y la dulzura típicas de las personas ancianas, usando todos los medios posibles para llenar el vacío que había dejado su amado hijo. No fue fácil. El dolor punzante oscurecía la mente de ambos, abuelo y nieto, que en lugar de esconderse detrás del sufrimiento han unido sus fuerzas para superar las graves pérdidas sufridas. Mirco era la persona adecuada para ayudar al nieto inquieto que había conocido desde una edad temprana la mayor tragedia en la vida de un hombre.
Cuando escribe los temas en clase, que tienen la familia como objeto, Marco habla siempre de su abuelo Mirco, conocido en el pueblo especialmente por sus habilidades de pescador y un gran corazón dispuesto a ayudar a cualquier persona con problemas. Leyendo entre líneas, se ve que hay una relación muy fuerte entre los dos. Anna, la madre, en lugar de ser feliz se queja a menudo, guiada por el miedo inexplicable que ése abuelo bueno pueda dañar la salud mental de su nieto. El hecho que Mirco habla con la franqueza inusual a Marco, en especial sobre temas de actualidad, molesta mucho la nuera, que busca en mí, la modesta maestra del pueblo, una aliada.
Cuando Marco me preguntó por el significado de la palabra "refugiado", sin saber ha tocado un punto muy dolorido. Décadas antes yo también era considerada una de ellos, una refugiada, además huérfana. He olvidado algunas cosas, he tratado de enterrar las imágenes dolorosas. No tengo que los recuerdos fragmentados de viaje en el camión militar. Ni siquiera recuerdo las manos que me han liberado entre escombros en el momento adecuado. No recuerdo la cara de Pietro, el hombre que me trajo de vuelta a la vida. pero recuerdo muy bien la sensación de incomodidad que sentía cada vez que alguien pronunciaba ésa palabra. A pesar de recordar muy poco o nada de esos años es una palabra que me define, lo que fui al llegar a Italia, rescatada por un hombre amable y gentil que había arriesgado todo, su vida sobre todo, para darme una esperanza. Un futuro.
Marco me mira con sus ojos grandes color cielo durante la tempestad y no dice nada. Ha expresado su pregunta y se espera una respuesta honesta. La suya es una mirada casi de desafío que parece decirme: yo sabía, no lo sabes. Tengo la sensación de que ésta vez Mirco me hizo caer en una trampa bien diseñada. Anna tiene razón, llena la cabeza del nieto con las cosas que un ser tan pequeño no debería ni siquiera conocer. Después de un breve suspiro, una táctica para ganar un poco de tiempo, lo tomo de la mano y vamos a sentarnos en la pared de la escuela. Somos a la recreación. Otros niños prefieren jugar pero Marco es diferente de todos. Marco tiene una suya visión de ser niño. Yo diría, casi, que es un adulto atrapado en el cuerpo de un niño de siete años. Hoy quiere hablar de las cosas serias y yo sé porque.
No es la primera vez. La nuestra Sicilia ha sido en los últimos años el escenario de tantas tragedias en mar. Estos días aquí en la isla, no hablan de otra cosa que no sea el último buque hundido. Muchas personas han muerto. Ya no se cuentan más las víctimas desde el principio de éste año. La triste historia siempre se repite y el hombre no hace nada para evitar que eso suceda. Huyen para salvar su pellejo. Buscan la paz que han perdido y un futuro mejor para ellos mismos y para sus hijos. Algunos lamentablemente no logran llegar vivos a la isla. Otros, refugiados de guerra, encuentran una esperanza, un futuro en el nuestro país.
"Tesoro, la palabra refugiado describe una persona que ha tenido que abandonar su hogar y buscar refugio aquí porque en su país hay una guerra.”
Marco me mira y asiente con la cabeza con seriedad. Espere unos segundos antes de que logra sorprenderme de nuevo con sus palabras.
"Zaira, entonces, es una refugiada de guerra. Gracias maestra Marina! “
No sé quién es ésta Zaira y trato de mantener a raya mi curiosidad. Veo el destello de luz en los ojos de Marco. Un destello de emoción de los que tienen un secreto que no pueden esperar de compartir con los demás.
"El abuelo ésta noche ha sido muy valiente. Ha dejado libres los peces capturados y se ha prodigado, como siempre, para ayudar a los demás.”
Siento una oleada de orgullo en su voz. Sonrío con deleite. Marco venera Mirco con la misma pasión con la cual venero a Pietro, mi padre. Acaricio su cabello para darle coraje de contarme todo.
"Él salvó del mar en tormenta Zaira y su madre embarazada. Su padre murió por desgracia durante la travesía. Es una huérfana como yo! “
Hago un movimiento de cabeza en el signo de sí, tratando de desatar el nudo en la garganta. Mi madre estaba embarazada cuando fue asesinada. Mi verdadera madre, de nombre y de hecho. Se llamaba así. Vera. ¿Quién sabe por qué me lo recuerdo sólo ahora? Ya lo dije, pero es la segunda vez que Marco lo hace, que toca una llaga muy dolorida de mi vida.
Me salva el sonido de la campana. Se acabó la recreación. Volvamos a la clase, pero antes de entrar en el aula Marco me abraza con vivacidad y dice con complicidad que ésta noche me espera en el puerto, a las 7. "Para hacerte conocer Zaira", añade casi en un susurro que me pregunto si realmente lo hizo o me me lo había soñado.
No puedo ocultar mi curiosidad, ni tampoco mi impaciencia. Cuento las horas como si tuviera que ir a una cita con mi marido, y en su lugar sólo tengo que encontrar uno de mis alumnos, y su nueva amiga. Una amiga especial, por lo que he intuido a partir de las pocas y más bien misteriosas palabras de Marco.
Llegada al puerto a tiempo, no hay está él a esperarme. En su lugar, está el héroe de la jornada, el vivaz y siempre disponible para otros Mirco. Setenta años de la historia pescadora de la isla en un metro ochenta y 95 kilos. Debe haber sido un hombre apuesto de joven. Me besa la mano y hace una pequeña reverencia. No sólo es bello y bueno, también es galante.
"Maestra — caminamos de bracete — la llevo en un lugar secreto. Pero no lo debe decir a nadie. Está bien?”
Asiento con la cabeza en silencio. Un secreto no necesita palabras.
"Los chicos se han refugiado en la cueva de la libertad.”
Nunca he oído hablar de tal lugar. No sé si realmente existe. Sólo tengo la sensación de que es un lugar muy especial. Especial como son ellos dos, Mirco y su nieto, Marco.
A la llegada, después de haber caminado un rato, veo en la playa una tienda de campaña verde militar. En frente de nosotros hay una hoguera. A lo lejos veo un niño rubio, bronceado, estamos todavía en verano y una niña de color, el pelo negro largo y rizado, persiguiéndose. Sonríen. Cantan. Ni siquiera conozco la canción, ni sé de que habla el texto. Pero reconozco la felicidad que irradia. La alegría que emana.
Sólo más tarde Mirco me dirá que se llama "El canto a la libertad."
La misma libertad que encontré yo un día en esta isla. La misma libertad que han encontrado hoy Zaira y su madre.
Corro y alcanzo a los niños. Me sumo al baile con mis pasos inciertos de la niña de entonces, la mujer de hoy. Vamos a celebrar la vida juntos. La nuestra libertad.
©2016 Emina Ristovic
Éste cuento es parte de una antología en lengua italiana AA.VV. Premio Prato città aperta 2016; Poesie e racconti, collana Viansca Poesia e narrativa, Marco Del Bucchia editore.